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El yacimiento de la Cueva de La Vaquera |
1.- LA CAVIDAD Y SU ENTORNO FÍSICO La Cueva de la Vaquera se encuentra situada en el término municipal de Torreiglesias, en el cuadrante suroriental de la provincia de Segovia, y a unos 30 km al noreste de la capital. sus coordenadas, tomadas de la Hoja 457-1 del Instituto Geográfico Nacional (escala 1:25.000) son: 41º 05' 14" Lat. Norte y 4º 03' 28" Long. Oeste. (Fig. 1) La antigua boca se abre a media ladera, sobre la curva de nivel de los 960 m., en un punto muy próximo a la confluencia de los ríos Pirón y Viejo. La cavidad se localiza, por lo tanto, en la intersección de dos valles por los que la red fluvial circula bastante encajada, lo que ha originado un paisaje de escarpes rocosos con pendientes pronunciadas.(Fig. 2) La cueva es de tipo paragenético (Renault, 1971:72-74), es decir, se formó por la presencia de un curso de agua interior (normalmente con un caudal inferior a 10 cm3/s) que fue horadando las calizas tableadas del Cretácico superior (calizas y dolomías) y, al mismo tiempo, provocó la sedimentación continuada de materiales finos, en concreto, arcillas y arenas, de tal forma que la roca sólo puede apreciarse en el techo y en parte de las paredes de la caverna. El resultado de la acción natural fue una gruta de casi un kilómetro de recorrido e integrada por tres galerías A, B y C. (Fig. 3) Como consecuencia de la bajada del nivel freático del río, las dos primeras quedarían secas, retirándose las aguas a la galería inferior por la cual todavía circulan, para desembocar en la fuente situada justo por debajo del acceso a la cavidad desde el valle del Pirón. Las características espeleogenéticas de La Vaquera la convertirían en un ejemplo a pequeña escala de "sistema cárstico de meseta" (ibídem: 102-103), esto es, una cavidad originada por la existencia de drenajes horizontales de pendiente débil, con una organización dendrítica, y configurada a base de galerías paragenéticas, las cuales ofrecen un relleno arcilloso de cierta entidad provocado por el largo período de tiempo durante el cual la caverna estuvo anegada. Además, y al igual que sucede con el curso de agua que todavía recorre una de las galerías, las surgencias coinciden con el final de la red y son de tipo vauclusiano. Las características de la antigua entrada, orientada al noroeste y situada en la margen izquierda del cauce del río Viejo, debían responder a las de una gran boca de cueva, de contorno lenticular, con unas dimensiones, deducidas a partir del desarrollo de la galería superior en la Sala A, en torno a los 8-10 m de anchura máxima y unos 6 m de altura, que se abriría varios metros por encima del nivel del río. Este acceso quedó completamente sellado poco tiempo después de que finalizara la utilización de la cueva por el hombre en época altomedieval a causa de los materiales desprendidos de la ladera, que formaron un gran "tapón" de más de cuatro metros de potencia (Iglesias y Álvarez, 1995). Desde el punto de vista de la caracterización del medio físico, hemos de comenzar señalando que el territorio segoviano se articula en torno a dos grandes regiones naturales: la Cuenca del Duero y el Sistema Central, constituyendo este último el límite meridional de la provincia (Bullón y Sanz, 1977). Dentro de este sencillo esquema geomorfológico, La Vaquera se enmarcaría en la unidad morfoestructural constituida por los Bloques Medios y Bajos del Sistema Central, que suponen la solución de continuidad entre los relieves culminantes de la sierra y las cotas inferiores de las campiñas. Esta unidad agrupa fosas, rampas y bloques del zócalo de origen tectónico, sobre algunos de los cuales se ha conservado la cobertera secundaria. Ya de un modo más concreto, la cavidad se sitúa en el piedemonte calcáreo que se desarrolla desde Vegas de Matute hasta Torreiglesias (Arenillas Parra et alii, 1988). Se trata en realidad, de una rampa, con una altitud media entre los 1.000 y 1.200 m, que bascula hacia la cuenca y que sirve de enlace entre los materiales metamórficos (granitos y gneis del zócalo paleozoico) y las calizas secundarias, muy permeables, de los páramos (Fig. 4) . La zona se ha visto afectada por la orogenia hercínica y alpina, la última de las cuales provocó la fracturación en bloques del basamento precámbrico-paleozoico, así como la adaptación al mismo de la cobertera sedimentaria mediante pliegues o fallas, lo que se tradujo en una revitalización de los rasgos de esta estructura, que habían sido progresivamente atenuados mediante la existencia de suaves pendientes o glacis. Por otro lado, las fallas, sobre todo las de orientación noroeste, contribuyen a articular la red hidrográfica, desarrollada durante todo el Cuaternario, transversal a las dos grandes morfoestructuras -la Sierra y la Meseta-. De este modo, tanto el río Viejo como, en especial, el Pirón ofrecen en su tramo alto un perfil transversal "en v", que se va abriendo hasta convertirse, ya en las campiñas onduladas, en un amplio valle con formación de terrazas (Bullón y Sanz, 1977). En la provincia de Segovia el clima es muy contrastado debido a las diferencias de altitud, de manera que ésta y la orientación condicionan las características climáticas de cada zona. Así, el piedemonte ofrece un clima de tipo mediterráneo templado seco, con oscilaciones estacionales marcadas: inviernos fríos y veranos secos y calurosos; la temperatura media anual en el valle del Pirón es de 10,3º C, el mes más frío es enero, con una media de 3,2º C, que contrasta con los 22,1º C del mes de julio. Las precipitaciones medias se sitúan entorno a los 530 mm y se concentran en primavera y otoño (Martín y Rincón, 1990). La vegetación actual de esta unidad morfoestructural es producto de una larga explotación antrópica, principal responsable de la progresiva destrucción del bosque de Quercus original; una banda de robledales y encinas se extiende aún a través del valle del río Viejo desde Torreiglesias a Santo Domingo de Pirón. En el entorno físico más inmediato a la cueva domina el monte alto con tomillares, encinas (Quercus rotundifolia y Quercus faginea) y asociación de sabina albar (Juniperus thurifera) y enebro (Juniperus oxycedrus y Juniperus hemispharerica), que constituye la vegetación potencial del substrato calizo. En los estadios de matorral denso encontramos endrinos (Prunus spinosa) y diferentes especies de rosal silvestre (Rosa sp.), chopos (Populus nigra), fresnos (Fraxinus angustifolia) y olmos (Ulmus minor), junto con terrenos dedicados a pastizal y algunas parcelas puestas en cultivo, además de la existencia de una avellaneda, recuerdo de momentos más húmedos (Martín y Rincón, 1990). Entre la fauna que actualmente habita en el entorno de los valles del río Viejo y del Pirón, además de una gran variedad de aves entre las que podemos mencionar el milano, la perdiz roja, la paloma torcaz, el ratonero común... y esporádicamente el buitre leonado, destacamos la presencia de zorro en las zonas de matorral, y jabalí en los espacios de bosque denso, especies a las que hay que añadir el conejo, la jineta y el lirón careto (ibídem). Desde un punto de vista geográfico, podemos decir que La Vaquera se encuentra situada en la zona de transición entre dos grandes regiones naturales. la cuenca sedimentaria del Duero y el Sistema Central o, lo que es lo mismo, en un área de paso entre la Sierra y la Meseta. El piedemonte clacáreo ofrece en su superficie un relieve llano que sin transiciones bruscas enlaza con la campiña, la cual se encuentra fuertemente antropizada, habiendo desaparecido la vegetación de encinas original para convertirse en dominio exclusivo de las especies de secano. Existe, por lo tanto, un marcado contraste paisajístico entre la paramera y los valles, que probablemente ya era visible, aunque a menor escala, en tiempos prehistóricos y que nos indica las diferentes potencialidades del entorno. En la actualidad, el valle del Pirón está dedicado a pastizales y a la explotación del bosque, mientras que la superficie del páramo está cubierta por campos de trigo y de girasol (Forteza et alii, 1987). Los valles del Pirón y del río Viejo constituyen, sin duda, un espacio natural de un atractivo excepcional, tanto por su singularidad respecto de los páramos que los rodean y de entre los cuales surgen, formando dos bellos cañones en los que contrasta las tonalidades amarillentas de las calizas con el verde intenso de sabinas y encinares, como por la riqueza de sus recursos vegetales y faunísticos. La disponibilidad de agua durante todo el año, la existencia de magníficas zonas de pasto en las llanuras aluviales, así como de suelos aptos para cultivos de regadío, unido a las posibilidades que ofrecen la silvicultura y la caza convierten ambas cuencas en un verdadero ecotono. La Vaquera disfruta, por lo tanto, de una privilegiada situación "estratégica", pues se beneficia del fondo de valle húmedo, que conserva pastos frescos incluso en los meses de verano y ofrece diversidad de especies arbóreas, y de la paramera, que permite el laboreo sistemático de sus tierras, orientado principalmente al cultivo cerealista. Este contraste entre dos nichos ecológicos difrentes y complementarios desde el punto de vista de una economía productora constituiría un importantísimo factor locacional para las comunidades prehistóricas, tal y como demuestra la alta densidad de yacimientos arqueológicos de distintas épocas documentados en las inmediaciones de la cavidad. Entre éstos cabe destacar la Cueva de La Arena, con una ocupación correspondiente al Bronce Antiguo/Medio y con manifestaciones de arte parietal; el Juego de los Bolos que, instalado en un escarpe sobre el valle del río Viejo y con claras señales de amurallamiento, constituye un auténtico emplazamiento castreño. También encontramos varios yacimientos de adscripción celtibérica como el Cerro de La Sota y el Cerro Castrejón, este último situado en la misma superficie del páramo calizo en el que se desarrolla la cavidad, y en el que también se ha documentado un conjunto tumular de las mismas características del que aparece en el Pago de San Román, y cuya atribución cronocultural desconocemos. Por último, hay que señalar la existencia de varios eremitorios medievales vinculados a la ermita rupestre de Santiaguito (Iglesias Martínez, 1991). Todos ellos demuestran, pues, que nos hallamos ante un espacio explotado desde antiguo por el hombre. 2.- HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES EN EL YACIMIENTO. 2.1.- Primeras noticias y primeros trabajos. Conocida desde siempre por los habitantes de los pueblos del entorno, las primeras referencias sobre el carácter arqueológico de la Cueva de La Vaquera o de la Fuentedura, como también ha sido denominada, fueron las deparadas por Celestino Grande, natural de Torreiglesias, que recogió un conjunto de materiales de superficie y los depositó en el Museo Arqueológico de Segovia (Zamora Canellada, 1976:7) Sin embargo, encontramos la primera noticia escrita sobre la cavidad en el IX Congreso Nacional de Arqueología, celebrado en Valladolid en 1965, en el que C. Lemus Chávarri y J. Álvarez Redondo participaron con una comunicación titulada "Grabados Eneolíticos de la Cueva de la Fuente Dura (Losana de Pirón, Segovia)" (Lemus y Álvarez, 1966), resumen de una monografía más amplia que bajo el título El arte neolítico de la Cueva de Losana presentaron en abril de 1965 en la Escuela de Ingenieros de Madrid. Los autores documentaron buena parte del arte parietal de la cueva, así como los numerosos enterramientos que se disponían a lo largo de la galería superior, aprovechando las viseras rocosas originadas por la propia disposición de las calizas. En ellos los huesos humanos aparecían mezclados con fragmentos cerámicos y restos óseos de diversos animales salvajes y domésticos, que en su mayoría fueron trasladados al Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Por las características de los primeros materiales cerámicos, Lemus y Álvarez otorgan al yacimiento una cronología situada entre el 3.000 y el 1.500 a.C. No tenemos nuevas noticias sobre la cavidad segoviana hasta 1971, momento en que aparece mencionada en el trabajo de M.R. Lucas y V. Viñas: "Nuevos mosaicos romanos y otros hallazgos arqueológicos en la provincia de Segovia". En este artículo se menciona que La Vaquera debió de estar ocupada al menos en dos momentos diferentes de la prehistoria: uno correspondería a la Edad del Bronce, durante la cual se emplearían las galerías como necrópolis, y una segunda etapa en la que la caverna habría sido ocupada por gentes de la Segunda Edad del Hierro (Lucas y Viñas, 1971:74-75). Tras estas informaciones preliminares, la primera actuación arqueológica en el yacimiento fue la que durante los meses de febrero y marzo de 1973 y junio de 1974 acometió Alonso Zamora Canellada, director del Museo Provincial de Segovia. Con anterioridad a la misma, los geólogos Cristina Herrero Molino, Antonio Pou Royo y Carmina Virgili Rodón habían realizado estudios de carácter geomorfológico en la zona, en el transcurso de los cuales se practicó un sondeo geológico en el cono de derrubios que tapona la primitiva entrada; de este modo se abrió un acceso a la galería superior desde el valle del río Viejo (Zamora Canellada, 1976:7) La intervención de Zamora consistió en la realización de un sondeo en la denominada Sala A, situado a unos 8,5 metros de la antigua boca de entrada y con unas dimensiones de 3 x 4 m. Los resultados de las excavaciones fueron recogidos en la monografía titulada Excavaciones de la Cueva de la Vaquera, Torreiglesias (Segovia) (Zamora Canellada, 1976). El depósito sedimentario fue excavado mediante niveles artificiales de 10 cm cada uno hasta el nivel VIII, del IX al XXII se optó por piques de 20 cm., mientras que el último nivel, el XXIII, fue de 30 cm. En total la potencia de este sondeo alcanzó los cuatro metros (ibídem: 12-13). A partir del estudio de los materiales proporcionados por la excavación, Zamora Canellada señala la existencia de tres grupos de estratos: los superiores, cuya adscripción correspondería básicamente al Bronce II, los medios, pertenecientes al Bronce I, y los inferiores, de cronología neolítica. Además, el citado autor refiere la presencia de un enterramiento en su nivel XII, situado a una cota de 1,20 m de profundidad. Los restos del cuerpo se encontraban "en medio de un círculo de piedras calizas, sin trabajar ni unir en modo alguno (...) Su posición, con las rodillas plegadas hacia las clavículas y las manos derecha sobre la pelvis e izquierda bajo ella, no ha sufrido alteraciones sustanciales" (ibídem: 13-15). Zamora considera que la sepultura se halla en un claro contexto habitacional de cronología campaniforme, tal y como parecen indicar los fragmentos cerámicos asociados al enterramiento. Se realizaron, asimismo, tres análisis de C 14, obtenidos a partir de la "fracción colágeno" de los restos de fauna, que depararon las siguientes dataciones: CSIC 149-1110 a.C., CSIC 208-1330 a.C. y CSIC 148-3700 a.C. La primera de ellas fecharía los denominados "niveles superiores" y es considerada por el propio autor como demasiado antigua para los materiales de la Segunda Edad del Hierro prorporcionados por este horizonte; la segunda datación centraría desde el punto de vista cronológico los estratos del Bronce inicial, mientras que la tercera y última, que en opinión de Zamora también resulta alta en exceso, correspondería a la ocupación neolítica de la cavidad. En realidad, los problemas de interpretación de las fechas residen en el propio método de excavación, puesto que las muestras fueron obtenidas de depósitos artificiales de 10 o 20 cm de potencia en los que convivían materiales pertenecientes a distintos horizontes culturales. Es el caso, por ejemplo, de los denominados estratos superiores, donde aparecen mezcladas cerámicas celtibéricas y de la Edad del Bronce. 2.2.- La campaña de 1988-89: algo más que una intervención de urgencia. Durante los años siguientes a la excavación de Alonso Zamora, el yacimiento no volvió a despertar el interés de los investigadores, aunque, desgraciadamente, sí el de los "buscadores de tesoros", que se dedicaron a expoliar, casi diríamos que de forma sistemática, el área sepulcral de la cavidad, de modo que en la actualidad la necrópolis ofrece una imagen desoladora, sembrada de agujeros de furtivos y con los restos óseos humanos dispersos y muy fragmentados, mezclados en absoluto desorden con los pocos trozos cerámicos que los excavadores clandestinos han descartado. Por fortuna, las acciones incontroladas de estos desaprensivos no llegaron a afectar al área habitacional, que se ha conservado intacta hasta nustros días. No será hasta 1988 cuando se lleve a cabo una nueva intervención arqueológica enla cueva segoviana, esta vez como respuesta al proyecto de construcción de un pantano, que anegaría una superficie de 396 Ha. de los valles del Pirón y del río Viejo. Ante la amenaza de destrucción del yacimiento, se planteó una actuación con carácter de urgencia. Así, a lo largo de seis meses, de septiembre de 1988 a febrero de 1989, se desarrolló una nueva excavación dirigida por Juan Carlos Iglesias Martínez, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Valladolid, cuyos objetivos fundamentales eran los siguientes (Iglesias Martínez, 1990):
La primera actuación consistió en la organización del espacio de la galería superior, que, de esta forma, fue compartimentada en tres sectores: la Sala A, la Sala B y el Pasillo, los cuales, a su vez, se subdividieron en Zonas y en Áreas (Fig. 5) Seguidamente, se procedió a la cuadriculación de la Sala A, donde se localiza el espacio de habitación, aplicando el sistema de ejes cartesianos con numerales arábigos en las ordenadas y letras en las abscisas. La mínima unidad de excavación definida fue la de 1 m2, que sólo se empleó a la hora de intervenir en una zona intacta de la sala, pues, como consecuencia del largo período de abandono que sufriò el yacimiento, las paredes del sondeo realizado por Zamora se habían derrumbado, colmatando por completo el mismo. Por esta razón, en primer lugar se buscaron los límites de esta cata, para lo cual se llevó a cabo el vaciado del sedimento en posición secundaria mediante piques artificiales, de distinta profundidad, hasta alcanzar una cota homogénea en todo el sondeo, con el doble objetivo de identificar los bordes y la base de la antigua excavación. Como esta tarea resultara prácticamente imposible, se perfilaron unos cantiles regulares que coincidían, a grandes rasgos, con los del primitivo sondeo, y a partir de los cuales se eliminó la tierra sobrante desde el nivel superficial hasta la cota de base del primer pique (-105 cm). Este trabajo permitió identificar en las refrescadas secciones varias evidencias de suelos de ocupación intactos. Una vez alcanzados los niveles inalterados del yacimiento, se procedió a su levantamiento mediante unidades sedimentarias naturales; éste sería el caso del área denominada "Neolítico", que fue excavada en extensión. Por otra parte, en el sector denominado "Pasillo" (que comunica la Sala A con la B) se trazó una zanja, cuya excavación deparó cuatro niveles naturales, así como la identificación de una estructura constructiva de planta rectangular delimitada por bloques de piedra, en cuyo interior se documentó un vaso cerámico característico del horizonte Cogotas I. Esta intervención de urgencia, además de proporcionar una ingente cantidad de material arqueológico, por desgracia en su mayor parte carente de contexto estratigráfico, permitió comprobar la gran entidad del depósito sedimentario de la cueva y el hecho, de enorme interés para la conservación futura del yacimiento, de contar con una secuencia que no había sufrido intervención moderna de ningún tipo. Los cuatro pisos de ocupación exhumados durante esta campaña, junto con la aparición de dos estructuras de barro sin cocer, planteaban que la alteración de la sedimentación era fruto de la propia actividad humana en el interior de la cavidad durante el largo lapso de tiempo en el que estuvo ocupada y que se manifestaba, en especial, a través de la excavación de numerosos hoyos. Pese a tratarse, como ya hemos mencionado antes, de una intervención de urgencia, se llevaron a cabo una serie de análisis de diferente tipo. Así, se procesaron seis muestras de madera carbonizada mediante el método del C 14 y varios fragmentos cerámicos fueron sometidos a una prueba de termoluminiscencia (Arribas et alii, 1988-89) y a un estudio posterior para caracterizar la tecnología alfarera del yacimiento segoviano (Rubio y Blasco, 1988-89). Todas las muestras procedían de niveles intactos y, más en concreto, del área denominada "Neolítico". Las fechas obtenidas por ambos métodos serán objeto de reflexión en otro capítulo de este trabajo dedicado a las dataciones absolutas. Se obtuvieron, además, nueve muestras de sedimento y tres flotaciones procedentes del interior de un recipiente cerámico y del relleno de una de las estructuras de arcilla. Igualmente, la Dra. Pilar López, del C.S.I.C., con el fin de integrar los datos de la estación segoviana en el marco de su proyecto "Elementos antrópicos en diagramas polínicos de yacimientos arqueológicos de la Meseta", extrajo una columna polínica de uno de los perfiles. Para finalizar, es preciso mencionar el hallazgo en una cubeta, cuyo alzado sólo pudo identificarse en la sección, de los restos de un elemento realizado a base de fibra vegetal trenzada, cuya extracción y embalaje fue realizado por los especialistas encargados de su estudio, y que apareció asociado a varios fragmentos cerámicos pertenecientes a un mismo recipiente con una cronología asimilable al Bronce Antiguo-Medio de la Meseta. También, y ante el peligro de inundación que corría el yacimiento se procedió al reconocimiento y registro gráfico del arte parietal, al tiempo que las agrupaciones de grabados se situaban en la topografía de la cavidad. La campaña de 1988/89 sirvió, pues, para revalorizar el enclave, y puso de manifiesto una serie de cuestiones:
2.3.- Entre 1991 y 1995: el "Proyecto Cueva de La Vaquera (Fase I)" El gran valor de La Vaquera como enclave arqueológico manifestado tanto a raíz de las excavaciones de Alonso Zamora como de la intervención de 1988-89, desembocó en la puesta en marcha de un plan de investigación dirigido por Juan Carlos Iglesias Martínez y coordinado desde el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Valladolid por el Dr. Germán Delibes de Castro. Dicho proyecto, subvencionado durante cinco campañas por la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, se propuso, desde un principio, tener el carácter de estudio pluridisciplinar que aunara no sólo los datos de tipo arqueológico, sino también los de carácter paleoeconómico y ambiental. En este sentido, el denominado "Proyecto Cueva de La Vaquera" se articuló en dos fases, cuyo desarrollo se abordaría a corto-medio plazo. Durante la primera de ellas, el principal objetivo era realizar un corte estratigráfico en la denominada Sala A, el cual, gracias a un método de excavación minucioso, habría de permitirnos obtener un registro completo y seguro de las características de la sedimentación en esta zona de la cavidad, además de retratar cada uno de los momentos culturales advertidos en las intervenciones anteriores y, todavía más interesante, comprender las soluciones de continuidad entre cada uno de ellos. Ya en la segunda fase, y contando como punto de partida con los datos estratigráficos obtenidos en la primera etapa del proyecto, se llevaría a cabo la excavación extensiva de toda la Sala A (para lo cual previamente se habría despejado el área de entrada del cono de derrubios de ladera que en la actualidad la sella), el estudio del arte parietal y del espacio sepulcral localizado en la galería superior. Esta fase II se planteó, en su día, como una actuación multidisciplinar, puesto que contemplaba la participación de un amplio equipo de especialistas en materias como la sedimentología, la paleobotánica, la arqueozoología, así como de varios arqueólogos, cada uno de los cuales se encargaría de coordinar los trabajos de excavación del horizonte cultural que le fuera más cercano en virtud de su trayectoria investigadora. Todo ello permitiría obtener el máximo de información sobre el yacimiento y, sobre todo, el análisis de la misma por personal especializado (Iglesias Martínez, 1992). Siendo éstos los postulados de partida del "Proyecto Cueva de La Vaquera", hasta el momento únicamente han podido cumplirse los correspondientes a la primera fase del mismo, aunque, concluida ésta, hemos acometido algunas otras actuaciones y análisis enmarcados en otro proyecto de investigación complementario del anterior, y cuyos resultados se han sumado a la ingente cantidad de material y datos recogidos a lo largo de cinco campañas de excavación arqueológica. Así pues, pasaremos a describir brevemente en qué consistieron los trabajos desarrollados en La Vaquera entre 1991 y 1995, tanto los que se realizaron en el propio yacimiento como los que se llevaron a cabo en el laboratorio. Parcelado ya el espacio de la Sala A según el sistema de ejes cartesianos, el corte estratigráfico se trazó en un área contigua al perfil norte del sondeo practicado en el 88/89: en concreto se trata del que nosotros denominamos Perfil A. La unidad de excavación elegida fue la cuadrícula de un metro cuadrado (la misma que se había utilizado para la excavación de las áreas intactas del yacimiento durante 1988-89), cada una de las cuales fue nombrada por una letra y un número; esta unidad se manifestó como la más adecuada para registrar con detalle todos y cada uno de los hechos sedimentarios, así como los restos arqueológicos. Al principio, y hasta alcanzar el metro de profundidad, la zona de trabajo quedaba reducida a 3 m2 a los que se sumaron con posterioridad otros cinco cuadros, de modo que nuestra actuación terminó afectando a una superficie de 8 m2 del espacio de la sala (Fig. 6). El hecho de que no abriéramos un área mayor estuvo condicionado por las propias dimensiones de la cavidad, pues de haber ampliado la excavación en dirección a la entrada, hubiera quedado cortado el paso hacia el interior de la cueva (la ampliación del espacio susceptible de ser excavado sólo puede hacerse si previamente se retiran los más de cuatro metros de derrubios que taponan la boca). Por último, cuando creímos finalizada la excavación del sedimento arqueológico, el aparecer en varias de las cuadrículas la roca de base -mientras que en otras zonas alcanzamos las tierras, estériles en materiales y restos orgánicos, originadas por la descomposición de la caliza, las cuales ofrecían un espesor considerable-, realizamos un sondeo de 1,5 m de lado en la superficie inferior del nivel 106, de modo que afectara a varios cuadros, para comprobar que, efectivamente, no había más niveles arqueológicos por debajo de estos estratos, circunstancia que quedó confirmada por las constatación, a unos 50-60 cm de profundidad, de la roca de la galería. El método de excavación consistió en la individualización de cada uno de los depósitos sedimentarios, así como de las acciones que lo han destruido en mayor o menor medida (hoyos, estructuras, madrigueras, ets.), a todos los cuales se les asignó un número de Unidad Estratigráfica -U.E., de ahora en adelante- (Harris, 1991). Con este fin, empleamos una ficha normalizada -Ficha de Unidad Estratigráfica- en la que quedaban registrados todos los datos referentes a cada una de las unidades, desde su número de identificación hasta su posición en la secuencia. como norma habitual, excepto en el caso de contar con muy poco sedimento, se tomaban tres muestras: Color Húmedo, Polen y Sedimento, además de algunas de otro tipo que pudiera deparar la excavación del depósito, tales como Radiocarbono, Antracología, Carpología...Junto a la Ficha de U.E., en el yacimiento empleamos la denominada Hoja de Control de Excavación, en la que quedaban consignados todos los materiales arqueológicos que aportaba cada uno de los estratos, ya fueran de carácter natural (ecofactos) o artificial (artefactos), a cada uno de los cuales se le asignaba un número de registro según su naturaleza: cerámica, industria lítica, indurstria ósea, fauna, moluscos, etc. Esta ficha, además de ser esencial en el trabajo de campo, sirvió de base al tratamiento posterior de los materiales en el laboratorio. El sedimento recogido en el transcurso de la excavación fue tratado de modo diferencial en virtud de las características de la unidad estratigráfica. De este modo, las UU.EE. sospechosas de estar alteradas fueron cribadas en seco, utilizando una malla de 1 cm2, mientras que el resto fue recogido en sacos de plástico para su procesado mediante flotación y criba con agua, para lo cual empleamos tres tamices superpuestos que iban desde 1 cm2 hasta 0,5 mm2. Gracias a este método, y tras la laboriosa tarea de tría de las muestras en el laboratorio, pudimos recuperar grandes cantidades de madera carbonizada en excelente estado de conservación, multitud de restos carpológicos y huesecillos de aves y microfauna, moluscos, así como objetos de muy pequeño tamaño tales como laminillas, fragmentos de microlitos geométricos, debris de sílex y cristal de roca, cuentas de concha y piedra, etc. Por lo que se refiere al trabajo de laboratorio hemos de decir que, salvo en el caso de ciertos materiales que por sus especiales condiciones de conservación requirieron unos cuidados particulares in situ, el tratamiento de las piezas y de los restos orgánicos era acometido una vez finalizada la campaña de excavación correspondiente, momento en el que se emprendían las tareas de limpieza, sigla, reconstrucción del conjunto artefactual, inventario, dibujo, en algunos casos fotrografía, e informatización de todos los datos, a lo que hemos de añadir la revisión de la secuencia estratigráfica. En líneas generales, éstos han sido los planteamientos metodológicos que guiaron nuestra actuación en el yacimiento a lo largo de cinco campañas, aunque, como es lógico, en cada una de ellas se introducía alguna modificación que no afectaba a la necesaria uniformidad del método, sino que contribuía a mejorarlo y a hacerlo más flexible en su aplicación. En este sentido, por ejemplo, la ficha de unidad estratigráfica inicial fue siendo progresivamente simplificada, sin que se produjeran variaciones en su contenido, para facilitar su cumplimentación a pie de excavación y hacer más sencilla la posterior interpretación de los hechos sedimentarios. Sin embargo, pese a que en 1995 concluimos los trabajos de excavación contemplados en la primera fase del "Proyecto Cueva de La Vaquera" y ante la desoladora perspectiva de no acometer a corto o medio plazo la segunda parte del mismo, solicitamos al Ministerio de Educación y Cultura la concesión de un proyecto científico al objeto de realizar todos los análisis que habían quedado pendientes, y que no pudieron llevarse a cabo en su momento por escasez de presupuesto. De este modo, nos fue concedido el proyecto PB96-0354 con título: "El Neolítico Interior en la Submeseta Norte: una perspectiva tecnológica, económica y paleoambiental desde la Cueva de La Vaquera", dirigido por el Dr. Germán Delibes de Castro y desarrollado en el bienio 1998-99 (1). En el marco del mismo tuvimos ocasión de realizar una campaña de flotación y criba de agua de un mes de duración al objeto de tramitar al menos la mitad del sedimento que se había recogido en las dos últimas campañas y que, por circunstancias de diverso género, no había podido ser procesado. Esta tarea resultó enormemente fructífera, por cuanto, como ya hemos señalado anteriormente, nos permitió recuperar grandes cantidades de restos antracológicos y carpológicos, de microfauna, casi imposible de apreciar durante las labores de excavación. Además, gracias a este proyecto hemos podido realizar los análisis arqueozoológicos y paleobotánicos, de pastas cerámicas y de almagras, fechaciones radiocarbónicas, dibujo y fotografía de materiales, etc. El estudio de la fauna ha corrido a cargo del equipo del Dr. Arturo Morales, de la Universidad Autónoma de Madrid; los exámenes palinológicos, carpológicos y antracológicos han sido coordinados por la Dra. Pilar López del C.S.I.C. En cuanto a la analítica relacionada con la tecnología cerámica, la caracterización de las pastas ha estado a cargo del Dr. J. Manuel Vázquez Varela, de la Universidad de Santiago de Compostela, en colaboración con el Dr. Guitán, del Instituto de Cerámica de Galicia, y por último, el análisis de la composición de la pintura a la almagra, así como la determinación de la naturaleza y posible procedencia de diversas materias primas presentes en la cueva, ha sido realizado por el Dr. Alejandro del Valle, del Departamente de Cristalografía, Física de la Materia Condensada y Mineralogía de la Universidad de Valladolid. Todo este conjunto de datos nos ha permitido armar de contenido cultural, mendioambiental y económico la información puramente arqueofráfica que depara una excavación, así como abordar el estudio de un significativo enclave del todavía poco conocido Neolítico Interior. Hasta aquí alcanza la historia de la investigación en la Cueva de La Vaquera. Esperamos que en un futuro no muy lejano resulte posible llevar a la práctica la segunda fase del proyecto, y podamos conocer el yacimiento en toda su dimensión, pues creemos que la estación segoviana ya se ha revelado como un sitio señero para la comprensión del momento más antiguo de la Prehistoria reciente de la Meseta. (1) El equipo investigador de este proyecto estaba integrado por el Dr. Julio Fernández Manzano, el Dr. Carlos Sanz Mínguez, el Dr. Manuel Rojo Guerra, la Dra. Olatz Villanueva Zubizarreta y Soledad Estremera Portela.
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