Torreiglesias:

Un caso más de poblaciones prerromanas.

 

 

Alfonso Zamora Canellada

Si bien las presentes líneas no guardan excesiva relación con el mundo romano, materia en la que somos especialistas, creemos que pueden ser interesantes para ayudar a comprender las bases sobre las que actúa el proceso de romanización en la provincia. Se trata de exponer los resultados de una prospección, parte integrante de la "Carta Arqueológica" de Segovia, que preparamos en la actualidad.

La zona que hoy nos ocupa es la comprendida entre los pueblos de Torreiglesias y Losana de Pirón; en el límite de ambos términos está enclavada la confluencia de los ríos Pirón y Viejo, rodeada por los típicos escarpos calizos del Cretácico, sobre los que la acumulación de yacimientos es notable, aunque su estado de conservación es bastante deficiente en la mayoría de los casos (Fig. 1). Representan, a nuestro entender, el exponente de lo que debió ser la población prerromana en la Meseta Norte, pues, como veremos, características generales de enclave, economía y microclima se repiten hasta la saciedad al sur y norte del Duero. Aparecen claramente los cambios de asentamiento provocados por ese complejo mundo que llamamos "Romanización". Así, vemos que ese "proceso" va ligado de modo casi inevitable a un "complejo ecológico", de bases perfectamente estudiables por procedimientos geomorfológicos, aparte de los indispensables aspectos que la prospección arqueológica proporcione sobre estos pequeños valles.

De modo general, podemos decir que la población anterior a la presencia de Roma en estas tierras se desarrolla principalmente al abrigo de estos cauces, todos de parecida condición ecológica, que surcan la Provincia en su fluir hacia el Duero. Tal es el sistema hidrológico de los terrenos a los que hoy aludimos. Los cauces tienen amplias posibilidades que ofrecer al hombre prehistórico y protohistórico (1): sirven de caminos naturales y de abastecedores de aguas; en su discurrir bajo escarpes calizos, más o menos elevados pero siempre defendibles, a la par que materialmente llenos de abrigos y cuevas de todos los tamaños, soportan un tipo de habitación que fue, a buen seguro, muy numerosa. Los cauces que podríamos llamar "mayores" representan, además, verdaderos límites naturales con vistas a la separación territorial de las diversas comunidades, al tiempo que las comunican y unen. Presentan, además, la posibilidad de tener cerca unos campos cultivables, tipo de actividad que probablemente ha tenido más importancia de la que se le concede, en relación con la ganadería. Por si todo ello fuese poco, la dureza del clima meseteño encuentra en estos encajamientos un paliativo nada desdeñable, lo que favorece el desarrollo de ese medio ecológico de que antes hablábamos. No sólo hacen más llevaderas las condiciones de vida para el hombre, sino que, además, permiten un tipo de trashumancia a pequeña escala, muchas veces suficiente. En efecto, las diferencias de temperaturas entre las partes altas y bajas de estos valles son muy considerables.

Hay que tener en cuenta, en fin, que por el fondo de estos pequeños valles es por donde corre el poco agua que se encuentra disponible en verano. Ello nos llevaría a unas amplias relaciones entre los diversos grupos que utilizasen estas vías de comunicación, con los intercambios de todo tipo que ello supone (2).

Así se comprende que la población de estos valles haya sido realmente numerosa. Ejemplos como el del río Duratón (3), o el de Coca (4), o el de la misma ciudad en que nos encontramos, hablan por sí solos. Es caso similar el del río Riaza, desde el embalse de Linares hasta prácticamente su confluencia con el Duero. Podrían citarse muchos más ejemplos, en cuanto rebasásemos los límites provinciales, aunque ello nos apartaría de la extensión recomendable del trabajo; baste saber que ese también es el caso del río Pirón en la confluencia del río Viejo (Fig.1).

No pretendemos añadir nada nuevo; valgan solamente estas líneas como introducción y marco del estudio, como recordatorio de que el aparente aislamiento de la zona es solamente eso, aparente. La ventaja de este caso, sobre otros quizá más importantes, es que no se ven superposiciones, lo que permite apreciar con bastante claridad los cambios de asentamiento.

El trabajo se ha realizado en el terreno comprendido entre: Torreiglesias, 41º 06' 20" lat. N. 0º 20' 35" long. O. Carretera de Torreiglesias a Losana de Pirón, 41º 04' 03" lat. N. y 0º 20' 05" long. O. Siguiendo esa misma carretera, llegamos al Puente de Alcalá, sobre el Pirón, 41º 03' 45" lat. N. 0º 20' 35" long. O. Si tomamos el cauce del río, aguas abajo, hacia el NO., llegaremos al caserío de Covatillas, 41º 05' 28" lat. N. 0º 23' 09" long. O. Finalmente, el camino que une el citado Caserío con el pueblo de Torreiglesias formará el límite Norte de la zona. En este terreno quedan comprendidas todas las estaciones arqueológicas que hemos prospectado. El método seguido, la "coordenación", ha permitido siglar el material con errores no mayores a tres metros, si bien en las presentes líneas hemos de prescindir de esa gran cantidad de documentación, en virtud de una menor extensión a la par que mayor claridad
(Fig. 2).

 

ENMARQUE GEOLÓGICO Y GEOMORFOLÓGICO (5)

La zona se halla situada al pie del macizo cristalino de la Sierra de Guadarrama, en su ladera Norte. Es una de las cubetas tectónicas del Cretácico y Terciario que bordean dicha ladera, a unos 30 Km al NE. de la capital de la provincia.

Existe un basamento gneístico, afectado por numerosas diaclasas en las que encaja la red hidrográfica actual. Sobre este gneis, se apoya el:

Cretácico.- En su parte más baja es de Facies Utrillas, con zonas ferruginosas con abundantes cantos de cuarcitas. La parte superior del Cretácico está constituida por calizas que, en su parte más baja, son tableadas y de grano muy fino, haciéndose más detríticas hacia la parte superior. En muchos tramos altos se han convertido prácticamente en calcarenitas.

Son frecuentes los fósiles del tipo "Hyppurites", los "corales" o las "lumaquelas" de "Lamelibranquios". Toda esta fauna nos habla ya de una zona costera, y disminuirá en importancia a medida que la prospección fuese adentrándose hacia el Duero.

Terciario Inferior.- Todo este conjunto está afectado por la tectónica de bloques hundidos del basamento gneístico, común a toda la falda de la ladera Norte de la Sierra en la provincia de Segovia. La zona que nos ocupa es, principalmente, uno de esos bloques, que está limitado por flexiones y fracturas, a la que se adapta la cobertura sedimentaria.

Plioceno.- Durante el Plioceno y parte del Cuaternario se ha modelado sobre la pedillanura un sistema de valles, poco profundos y anchos, de laderas bastante inclinadas, que, en sus tramos más generales, coinciden con la red hidrográfica actual. Esto afectó principalmente al Terciario Inferior, apoyándose estructuralmente sobre el paleorelieve Cretácico, y encajándose poco en él.

La zona, de una compleja tectónica, sería por sí sola motivo de interesantes estudios desde el punto de vista geomorfológico, de los que, a buen seguro, se podrían extraer enseñanzas provechosas al campo de la Arqueología (6).

 

MATERIAL GRÁFICO EMPLEADO

 

Hoja 1 : 50.000, del Instituto Geográfico y Catastral. Nº 457, Turégano

Fotografía Aérea : Vuelo Militar, obtenida en el Servicio Geográfico del Ejército.

Fecha de la Toma : 4 de septiembre de 1956.

Hora de la Toma : 10 h. 15 min. 40 seg.

Fotograma nº : 219.

Rollo : 21.978.

El trabajo de campo se ha desarrollado mediante el uso de una ampliación de este mismo fotograma, con una escala aproximada resultante de 1:7.500 (lm x lm).

Todos los materiales se encuentran depositados en el Museo Provincial de Segovia.

Una vez visto el entorno de la zona, creemos que debemos pasar a describir los yacimientos. Lo haremos desde el Caserío de Covatillas hacia el Sur, aguas arriba del Pirón. Una vez terminado este valle, comenzaremos con lo observado en el del río Viejo.

RÍO PIRÓN:

Cerro de la Sota.

Cerro de las Virlandosas y Cerro de la Cruz de la Asomante.

Dos accesos a la Cueva de la Vaquera.

Cerro Castrejón.

 

RÍO VIEJO:

Cueva de la Vaquera o Fuentedura.

Cueva de los Murcigallinos.

Poblado del Bronce.

Cerro de las Virlandosas y Cerro de la Cruz de la Asomante.

 

Cerro de la Sota :

 

41º 05' 30" lat. N., 0º 22' 30" long. O. Si bajamos por el camino que desde el Caserío de Covatillas conduce al Prado de Santiaguito, encontraremos, una vez ganado el fondo del valle, un cerro que parece cerrarlo. De perfil cónico en su lado Oeste, está delimitado por estratos verticales, debidos a la gran falla que enmarca toda la zona por el Norte. El resto de las calizas son horizontales, hasta la cumbre; pues bien: nos encontramos con el núcleo quizá más importante de habitaciones de época celtibérica. En su cara Sur, existe un cortado, artificial, a modo de foso o corredor de acceso, que, si bien de tamaño mucho menor, nos recuerda inmediatamente el que existe a la entrada de la ciudad de Tiermes (7). Sus medidas, 4 m. de ancho, por 1,50 m. de alto en su parte más visible (se encuentra cegado por los arrastres y por los terraceados de cultivo), nos hablan ya de una población numerosa. Comienza la obra sobre el cortado, a la misma entrada del Prado de Santiaguito, sobre la orilla derecha del río, quedando oculto por la vegetación. Desaparece un trecho para, a media ladera, continuar rodeando el cerro hasta enlazar con los cortados verticales que aseguran la defensa del asentamiento. Los restos de talla, perfectamente apreciables gracias a las estrías que han dejado sobre la roca los instrumentos empleados en su labor, pueden verse también cerca de la cumbre, ahora en forma de soleras para habitaciones, así como en el lado oeste. Es difícil asignar una finalidad determinada a este gran trabajo; pudo ser empleado como foso defensivo, como camino de acceso (sería necesaria su limpieza en busca de huellas de ruedas) o como colector de aguas de lluvia. Quizá varias de estas posibilidades fueron usadas al tiempo. Lo más probable es que estuviese destinado a la defensa del poblado, pues en su extremo N.E. la obra va acompañada, por el lado exterior del recinto, de los restos de lo que pudo ser un gran muro, demasiado extenso como majano.

Toda la ladera Sur presenta gran cantidad de terraceados y pequeños muretes; se nos presenta el problema (no será ésta la única ocasión) de identificar los antiguos y los modernos. Como en otros casos, parece que estos antiguos muros han sido aprovechados para el cultivo de la vid. Los que quedan más enteros, de piedra suelta, sin trabajar, están asentados casi directamente sobre los estratos horizontales, sirviendo de barrera a las piedras y derrubios que bajan de arriba. Como en ningún caso se pueden ver huellas de mortero o de trabazón de ningún tipo es casi imposible localizar esas diferencias que nos puedan aclarar alguna fecha.

Apareció cerámica "de basto", a torno, muy mal decantada y asociada a otra más fina, que generalmente se encuentra en la cumbre. Restos de molederas y molinos circulares atestiguan el poblado; dos cuchillos afalcatados y una fíbula zoomorfa, además de las decoraciones de semicírculos rojos o pardos en las cerámicas, nos indican la época a que pertenece el conjunto. Es de destacar que no hemos podido localizar (todo el material del presente trabajo es de superficie) ningún resto de cerámicas romanas.

Ladera abajo, sobre el cauce del riachuelo que contornea el cerro por la cara sur, aparece cerámica del mismo tipo, sin rodar. Ello podría suponer un punto en favor de la localización de la necrópolis en ese mismo cerro. 

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Cerro de las Virlandosas y Cerro de la Cruz de la Asomante:

 

De perfil rectangular, el primero de ellos, 41º 05' 25" lat. N., 0º 22' 15" long. O. (el segundo es una pequeña meseta que lo continúa por el lado este), mide aproximadamente 350 m. de largo por 100 m. de ancho. Su cara sur vierte al cauce del río Viejo. Si bien el lugar parece extraordinario para el establecimiento de núcleos de población, la cerámica escasea en la parte superior. Dos grandes muros transversales, y uno menor, longitudinal, es lo único que puede llamarse construcción. Sobre uno de estos muros pudimos ver media moledera de granito, muy usada. Los muros, de unos 100 m. de largo por 3-4 m. de ancho, seguramente han sido recrecidos por su uso como majanos.

Sobre las laderas, de pendiente bastante inclinada, volvemos a ver los terraceados de los cultivos, vid y almendro, delimitados por los mismos tipos de muretes que en el caso del Cerro de la Sota. Tampoco aquí podemos saber cuáles son antiguos y cuáles modernos.

La cerámica que aparece, a mano y bastante erosionada, sería inclasificable a no ser por ir asociada a otra, si bien su número es muy escaso, típica de la Edad del Bronce, bien espatulada. Es tan escasa, en general, que nos induce a creer la inutilidad de una excavación, dada la poca profundidad de la capa arqueológicamente fértil.

Entre este primer cerro y el segundo, apenas una mesetilla de 60 m., existe un pequeño corredor, de losas algo escuadradas, clavadas verticalmente. El largo del conjunto es de aproximadamente 10 m. y el ancho de unos 3,50 m. No se advierte finalidad alguna al trabajo, ya que no conduce a ningún sitio, y la altura de las piedras calizas de la zona, de aproximadamente 50-60 cm., no permite suponerla.

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Dos accesos a la Cueva de la Vaquera:

 

Preferimos incluirla entre los yacimientos del Valle del Río Viejo, por cuanto la entrada que utilizó el hombre prehistórico fue aquélla, y allí también donde se encuentra nuestra excavación.

 

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Cerro Castrejón:

 

41º 05' 10" lat. N. 0º 22' 10" long. O. Se encuentra cerámica del tipo celtibérico en el extremo norte del Cerro Castrejón, si bien en poca cantidad. Se trata del cerro que se encuentra encima de la confluencia de los ya citados ríos, y sobre la Cueva de la Vaquera. Los muros que pueden verse en su cumbre y ladera NE. pueden tener alguna base antigua. Sin embargo, han sido reconstruidos y reaprovechados como rediles de ganado, como puestos de caza o como refugio de pastores. Así pues, el dato no puede ser más inseguro. Por toda la superficie del cerro, no solamente en su extremidad norte, aparece cerámica vidriada en apreciable cantidad. Si bien parte de esta cerámica procede del moderno abandono de los campos, algunos ejemplos muestran su antigüedad bien claramente. La fotografía aérea demuestra concluyentemente cómo ha habido construcciones y cultivos desde época medieval.

Todo lo anteriormente expuesto se puede encontrar en la orilla derecha del río. En la izquierda no hemos encontrado casi nada digno de mención, así como tampoco en sus escarpes. Quizá lo único que merece interés es un abrigo, con indudables restos de talla humana, con dos pisos, frente a la entrada ya mencionada de la Cueva de la Vaquera, y otro, unos 60 m. agua arriba, convertido en ermita dedicada a "Santiaguillo", hoy en total abandono. De todas formas, y especialmente en las cerámicas del primer abrigo, sería necesaria la limpieza de las rocas, con el fin de descubrir los posibles retalles que, con los escalones de acceso al abrigo, parecen entreverse.

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Cueva de la Vaquera o Fuentedura:

 

Está situada en un estrato del Cretácico Superior, 41º 05' 15" lat. N. 0º 22' 15" long. O. Consta de una galería con un arroyo que proviene del interior del macizo, y que se bifurca en dos: la galería A, que se halla completamente seca y a unos 8 m. sobre el nivel de las aguas, y la galería B, también en seco, por comunicar en numerosos lugares con otra galería C. Esta última galería es de trazado similar a la B, y por ella circulan las aguas hasta desembocar en la surgencia de la Fuente de la Vaquera, alimentando al río Pirón a escasos metros antes de su confluencia con el Viejo. Las galerías B y C desembocan en el Valle del Río Pirón, y la galería A en el del Viejo. Se adaptan bien al diaclasamiento de la zona, lo cual permite afirmar que la karstificación es posterior a la tectónica de bloques.

La cueva, después de haber funcionado durante algún tiempo bajo régimen freático, ha debido quedar situada en las cercanías de ese nivel, sufriendo una colmatación sedimentaria casi total, de la cual todavía se advierten restos en las artistas rocosas más altas del interior. Posteriormente, la cavidad ha actuado como surgencia llevándose a cabo la erosión de todos los sedimentos acumulados en el interior. Así se llegó al nivel actual del suelo.

La salida del Valle del río Viejo, modernamente abierta, debería estar entonces a unos 8-10 m. por encima del nivel actual del valle, y las bocas de las galerías B y C estarían situadas por debajo del río que en la actualidad es el Pirón, el cual, en sus sucesivos encajonamientos, obligó a las aguas a abandonar las dos primeras galerías y a circular por la última, como todavía hoy ocurre. Los derrubios de ladera taparon totalmente la boca de la galería A, con lo que la cueva ha permanecido cerrada, con pocas alteraciones debidas a las aguas superficiales, que se han encargado de sellar con una delgada capa de arcilla su superficie, que ya encerraba restos de inhumaciones y de hábitat (8). Sólo los visitantes modernos han alterado y revuelto esos niveles, produciendo verdaderos "socavones" de 2 x 2 m. En los años 1973 y 1974, realizamos, bajo las oportunas autorizaciones de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas, una cata en esa entrada tapada por los derrubios de ladera, es decir, la primitiva entrada que da al río Viejo. Proporcionó 4 m. de niveles y estratificaciones.

Sobre el techo, sirviendo de base una caliza extraordinariamente deleznable, existen grabados, incisiones sin sentido aparente, posiblemente antiguas en su gran mayoría (9), así como grupos de estrellas de seis puntas, confirmado lo que los materiales obtenidos en la excavación parecen ofrecernos: ocupación de hábitat y necrópolis desde el Neolítico a la Época Medieval. Algunas someras muestras han podido ser incluidas en la exposición que paralelamente al Sympósium ha organizado la Dirección General de Bellas Artes (10).

(Otro artículo)

Continuando por este mismo valle, aguas arriba, en la orilla izquierda y a unos 2 Km., está situada la Cueva de los "Murciagallinos".

 

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Cueva de los Murcigallinos:

 

41º 05' 00" lat. N. 0º 19' 55" long. O. Se trata de una cavidad de génesis parecida a la ya mencionada de la Cueva de la Vaquera. Se encuentra mucho más alta, junto a la cornisa superior, al borde del cortado. En su interior se pueden apreciar algunas remociones entre las que hay algunas cerámicas del Bronce, así como restos de huesos, algunos fósiles; en efecto, incluidos en los niveles de sedimentación que se pueden ver a la misma entrada, en la pared del fondo y rotos en su mayoría, estos huesos de animales son de muy difícil identificación. Ello sería de gran utilidad, habida cuenta de la posibilidad de fechar, tanto la época de formación de la cavidad como el momento de su erosión.

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Poblado del Bronce:

 

41º 04' 55" lat. N. 0º 19' 55" long. O. Se encuentra sobre la cueva, ya en la plataforma superior. Su localización resulta fácil, así como la de la cueva, por cuanto sobre ambos yacimientos pasa una línea de alta tensión. Se trata de un poblado bastante extenso, con abundante cerámica y sílex en superficie. El terreno, arado, no muestra estructuras algunas, como no sea la típica coloración oscura. En el borde mismo del cortado podría suponerse la existencia de un muro, aunque el desnivel allí existente puede haber formado parte de un majano. Con los datos que poseemos nos es imposible precisar más en cuanto al fechado del yacimiento. Sería un lugar adecuado para excavar, puesto que, exceptuando las de los arados, el terreno no ha experimentado otras remociones, y la amplitud de la zona con cerámica es considerable. Este terreno recibe los nombres de "La Lastra Blanca" por el crecidísimo número de cantos rodados de cuarcita; también se lo denomina "La Olla" o "El Encuentro".

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Orilla derecha del Río Viejo.- Desde su fin y remontando la corriente, nos encontramos:

 

Cerro de las Virlandosas y Cerro de la Cruz de la Asomante:

 

De los que ya hablamos, y que se levantan sobre la confluencia. Valle adentro, cerca de un km podemos ver un espolón, 41º 05' 10" lat. N. 0º 21' 50" log. O., cercado por escarpes muy pronunciados, que tienen un gran muro cerrando la parte menos defendible. Este muro, aunque se encuentra convertido en un montón de piedras, es, evidentemente antiguo. Su largo aproximado son 10 m. y el ancho varía entre 4-5 m. La altura de lo que hoy se conserva es de 1,5-2 m. aunque hubo de ser mucho mayor. El lugar es conocido como el "Juego de los Bolos", si bien esta denominación no es generalmente admitida.

Perpendicularmente a este muro ya mencionado, existen otros dos menores, a modo de camino cercado, que se dirigen hacia la esquina SE, la verdadera punta del espolón. Su planta, serpenteante, hace que sea llamado "Muro de los Siete Dobleces". Existe allí alguna cerámica "de cocina", muy erosionada. La gran mayoría es absolutamente irreconocible, habiéndonos sido posible observar huellas de torno y ejemplares a mano. Ninguna decoración, ninguna pasta típica, a no ser un fragmento de "T.S.H.", tan pequeño, que no permite estudio alguno.

Bajo la misma punta del espolón se encuentra la "Cueva de la Mora", a escasos 2 m. de la superficie de la Meseta. Presenta su interior -se trata de un abrigo retallado-, unas concavidades, a modo de sarcófagos, tallados en la misma roca caliza. La entrada casi obstruida por los derrubios de ladera, se encuentra disimulada por una gran piedra vertical, con restos de algún trabajo de talla. En interior posee otra salida, al cortado, a modo de ventanal, a la luz del sur. Una prolongación interior, obstruida totalmente por sedimentos, es la única esperanza de que puedan existir yacimientos arqueológicos. Si exceptuamos esta posibilidad, aparte de los retoques ya mencionados, el abrigo que nos ocupa es estéril en este campo. Se encuentra este abrigo-cueva en 41º 05' 10" lat. N. 0º 21' 50" long. O.

Existen en esta orilla gran cantidad de pequeños abrigos, agujeros y cuevecillas, si bien no me ha sido posible localizar nada digno de mención en el elevado número que he visitado. Tampoco he tenido oportunidad de encontrar ni siquiera restos de pinturas en estos o en otros abrigos. Quizá la abundante pátina que cubre todas las calizas de la zona lo haga imposible. Recordamos, no obstante, el caso del encajamiento del río Duratón, tan lleno de yacimientos de este tipo (11).

Aparte de lo anteriormente expuesto, queda por reseñar la presencia de algunos otros retoques en las rocas de la zona.

Se trata de pequeños trabajos, como un pozo, 41º 05' 30" lat. N. 0º 22' 20" long. O., unas habitaciones recortadas en la misma caliza, 41º 05' 35" lat. N. 0º 22' 20" long. O., un molino circular a medio extraer, 41º 05' 35" lat. N., 0º 22' 20" long. O., abrevadero-lavaderos, y otros ejemplos de menor importancia.

Los restos de época romana, si exceptuamos la noticia de que de algún lugar del río Pirón "sacaron hace algunos años un plato rojo brillante", se encuentran en el pueblo de Torreiglesias. En efecto, bajo la torre de la iglesia, a su vez rodeada por tumbas medievales, se encuentran los muros de lo que debe ser una "villa", de regular extensión. Fueron descubiertos al hacer las zanjas para unas canalizaciones, y la calle ha sido posteriormente pavimentada, respetándose la infraestructura. Aparecieron estucos, bien conservados, en los que estaban representados "pájaros y manzanas".

Allí mismo, en la tapia que rodea el solar anejo a esas primeras edificaciones que tapan los restos, podemos encontrar fragmentos de "Opus signinum", empleados como piedra en el levantamiento del muro. Los trabajos en este punto serán difíciles, por cuanto las edificaciones romanas continúan extendiéndose bajo las casas actuales (12).

 

CONCLUSIÓN

Si sistematizamos lo observado en la zona, podemos adscribir los yacimientos a las siguientes épocas:

Paleolítico:

Mesolítico:

Neolítico: Cueva de la Vaquera.

Bronce: Cerro de la Cruz de la Asomante, Cerro de las Virlandosas, Cuevas de la Vaquera y de los Murcigallinos, Poblado de la Lastra Blanca.

Hierro: Cerro de la Sota, Cerro Castrejón.

Roma: Pueblo de Torreiglesias.

Varios no clasificables: Abrigos del Prado de Santiaguillo, Poblado del Juego de los Bolos, Cueva de la Mora.

No incluiremos, pues, nada anterior al probable Neolítico de la Cueva de la Vaquera, dejando aparte también algunos otros, por cuanto esos yacimientos no permiten una clasificación segura con la mera observación del material de superficie.

De todo lo ya expuesto se deduce que :

A.- En la zona, la población se desarrolla desde el Neolítico hasta el fin de la edad del Hierro, si exceptuamos las edificaciones de época medieval que, por su cantidad y tamaño, podemos calificar de inexistentes.

B.- El abandono del hábitat en cueva se realiza en la Edad del Bronce, puesto que los hallazgos posteriores a esta época en la Cueva de la Vaquera no permiten suponer una ocupación posterior, de modo regular, al menos.

C.- En al Edad del Hierro, los emplazamientos de la zona se sitúan en puntos de valor estratégico.

D.- En época romana, el único asentamiento observado se encuentra bajo el barrio antiguo del actual pueblo de Torreiglesias y, dada la aparente extensión de los restos, podemos decir que se trata de una "villa".

 

Vista ya la distribución de los diferentes yacimientos, creemos oportuno hacer hincapiéen lo que las características de sus enclaves pueden revelarnos.

El primer cambio de hábitat ya reseñado, el abandono de la cueva, no responde a finalidades defensivas, al menos, en principio. Puede deberse, en consecuencia, o bien a un progresivo cambio climático, o al posible auge en el cultivo de los terrenos adyacentes. Ello no implica necesariamente la concurrencia de influencias externas a la zona, que, sin embargo, pueden ser fehacientemente constatadas (13). Consecuencia del mayor terreno de cultivo puede ser el aumento demográfico que obligue al abandono de la cavidad empleada hasta ese momento. Tal vez se trate de la concurrencia de varias de estas posibilidades a un tiempo; es igualmente posible que se empleasen sincrónicamente ambos tipos de hábitat, o que esa ocupación fuese indistinta. Dada la cercanía de ambos yacimientos, creemos que puede hablarse de estaciones de invierno o verano, por lo menos para un primer momento. Lo que parece estar claro es la utilización de la cueva como necrópolis por gentes cuyos ajuares responden a la etiqueta de "Campaniforme tardío" (14). Por ello creemos poder indicar, para ese abandono, un momento aún no bien determinado del Bronce Medio, entendiendo que nos movemos en un amplio campo, cronológicamente muy incierto. En cualquier caso, todo ello son cuestiones que, dado el escaso número que de conocimientos precisos poseemos sobre la Meseta Central, habrán de ser revisadas con posterioridad y a la luz de los nuevos aportes que la investigación produzca en este campo de la geografía peninsular.

Como parte de esas influencias de origen extra-valle, de que antes hablábamos, podemos mencionar el fragmento CV-1 (15), del que ha quedado demostrada por nosotros su factura local. Si bien solamente se trata de un caso aislado en el conjunto de los materiales estudiados, nos parece demasiado claro como ejemplo para omitirlo. Este mismo fragmento, a caballo del "cambio de Edades", nos introduce en un nuevo cambio de asentamientos, ahora claramente observables en virtud de las diferencias de materiales de ambas épocas.

Los nuevos asentamientos se encuentran en cotas altas, que denuncian su posición estratégica. Son lugares apreciables por su visibilidad o por su fácil defensa, o por ambas causas a la vez. Las razones nos parecen claras: ha de tratarse de gentes que luchan y que cazan, al tiempo que cultivan, quizás a menor escala que en épocas inmediatamente anteriores. Así, pues, sus asentamientos están en zonas defendibles, a menudo fortificadas, en estos mismos valles, pero también cerca de los campos que pueden cultivar. Este tipo de economía ha de estar necesariamente apoyada en la ganadería, y lo estuvo en gran manera, como sabemos por las fuentes. Sin embargo, el cambio no es tan definitivo como el producido por la llegada de los procesos romanizadores. En efecto, la llegada de la "Romanización" supone un paso que, si bien seguramente no fue brusco en absoluto para estas zonas que podemos llamar "marginales", sí hubo de ser decisivo en cuanto a los cambios que introdujo en sus sistemas de vida. El establecimiento de "Villas" y construcciones similares marca un proceso de desarrollo en la actividad agrícola, especialmente en la cerealista. Así, el terreno cultivado es mucho mayor, y los centros de habitación han de situarse en las zonas que reúnan características adecuadas a estas economías más amplias. Por ello los encontramos en las cercanías de las calzadas y caminos naturales, como método para una mejor salida de los productos; próximos a fuentes o arroyos, a la vez que sobre lomas pequeñas, más o menos elevadas, de modo que quede garantizada la salubridad del microclima resultante. Por último, los encontramos en zonas que permiten la explotación del campo, con suelos que lo garantizan, o al menos de la caza, a pesar de las sistemáticas deforestaciones cuyos resultados todavía hoy día padecemos. Entre otras circunstancias, quizá menores en su incidencia, son éstos los determinantes que rigen el asentamiento de las casas de labor en época romana. Ellos obligan al traslado desde los lugares antiguos a estos nuevos, que ya reúnen las características adecuadas al sistema socioeconómico que, por así decirlo, remoza anteriores estructuras.

No podría ser excepción el caso de Torreiglesias; hay agua, hay terreno cultivable en mucha mayor proporción que en los anteriores casos y hay, "camino real", extremo este que actualmente estamos comprobando de modo sistemático. Desde el Cerro de la Sota, el establecimiento de nuevas viviendas se ha trasladado al barrio antiguo del actual pueblo, que, una vez alcanzado el esplendor de época medieval, inicia una gran curva de despoblación, impulsada por la Desamortización y remachada por la fuerza de las actuales estructuras, tanto o más agresivas para aquel medio que las romanas.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Alfonso Zamora Canellada. BIMILENARIO DE SEGOVIA. SYMPOSIUM DE ARQUEOLOGÍA ROMANA