SOMBRA 1
¿Cuántas barras necesito para formar la palabra paz?
¿Y cuántas estrellas?
SOMBRA 2
No lo sé. Ya te he dicho antes que no lo sé.
¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?
Sigue buscando en el puzzle de la confusión.
Sólo llevamos una eternidad en este desierto
y presiento que el tiempo se ha olvidado de nosotros.
Pero ya le has oído:
[En tono marcial; de puntillas, como intentando
alzarse por encima del basurero de las palabras. Se dispone a dar
un discurso]
Barras y estrellas.
Con barras y estrellas se forma la palabra paz.
Con barras y estrellas. Con nada, nada más.
En el estiércol de los cementerios
encontraréis millones de ellas.
¡Corred a buscarlas!
¡Haces con ellas una corona de victoria
que honre la memoria de nuestros dedos amputados!
SOMBRA 1
Pero, ¿dónde? ¿Dónde? ¿Dónde
están las dichosas barras?
[Va levantando hojas de papel del suelo;
las observa y termina por romperlas, hacerlas trizas y lanzarlas al
cielo, en una lluvia de palabras. Intenta atraparlas pero se les escapa
de entre las manos, como la arena del desierto]
¿Has encontrado alguna?
SOMBRA 2
Ninguna... sólo este barrote de policía
con la sonrisa ensangrentada de una estudiante,
garrote que huele a gritos y carreras.
SOMBRA 1 [imitando en voz burlona un tono
marcial]
En el estiércol de los cementerios...
¡Mierda!
[Parece que una rata ha sido descubierta
debajo del papel. La sombra 1 corre detrás de ella e intenta
atraparla; al final cae al suelo, sin éxito aparente. Cae al
suelo, solo y cansado]
¡Mierda! ¡Esta vez casi la atrapo!
¡Maldita tormenta de arena, que me cristaliza los ojos!
SOMBRA 2
¿Encontraste alguna barra? ¿Alguna estrella?
SOMBRA 1
¡A la mierda con las barras y las estrellas!
SOMBRA 2 [miedoso, escondiéndose bajo
los papeles, con los que se va vistiendo. Se palpa por encima del pecho,
y sonríe]
¡Calla! ¡Podrían oírte! ¡Están
en todas partes!
¡En cada una de estas palabras mensajeras,
de estas palabras confundidas, de estas palabras
que olvidaron las columnas de los diccionarios!
SOMBRA 1
¿Que me calle?
¡Tengo hambre, hambre, hambre! ¿Entiendes?
Un hambre de siglos que me aprieta el estómago,
que me lo estruja y me lo abre sin compasión.
[se incorpora y se sienta, rodeándose
de hojas de periódico]
Hambre como no la había sentido en toda mi vida.
Hambre de playas desiertas y de suelos encerados,
hambre lejos de este olor putrefacto de estrellas,
de esas barras que se agarran a los tobillos de las pancartas,
hambre de un grito, de un grito desde los balcones,
desde el balcón azul de la Plaza de San Pedro.
SOMBRA 2 [sentado a su lado, convertido también
él en una estatua de papeles]
Me gustaría comerme las palabras del mundo.
Comerme las consonantes de todas las lenguas
y hartarme de vocales. ¡Comer y vomitarlas!
¡Comer, comer, comerlas sin parar, sin parar!
[Se alza, como un relámpago, como
si se hubieran diseñado de nuevo las coordenadas de los paralelos
y de los meridianos]
¡Busquemos consonantes y vocales en este estercolero de palabras!
¡Juguemos a los puzzles de nuestros nombres abrazados!
[Se pone a buscar, de manera concienzuda,
como si le fuera el aliento en cada gesto]
¡Mira! Aquí hay una p...
[levanta un papel y comienza a leer su
contenido]
Primorosa Paulina, pienso pedirte próximamente, pero preveo
pésimo parecer paterno, porque para pájaro poseo poca
pluma, pues padezco persistente pobreza, porque pertenezco pléyade
poetratros pálidos, pensativos, perezosos... prodúceme
pesar participártelo; pero peor pecado pintarte panoramas pintorescos
para perderlos pronto. ¡Paraíso perdido... por pocas pesetas!
Pide, por piedad, paciencia para Pablo
[Triste. La lectura parece un tren descarrilado.
El entusiasmo del inicio se ha ido convirtiendo en un lento rumiar
de vocales y consonantes, de huérfanas vocales y de consonantes
que no son capaces de crear palabras. Triste, deja caer el papel al
suelo]
Ni una paz, ni una sola... ¿sabes lo que esto significa?
SOMBRA 1
¿Te acuerdas cuando las estrellas estaban en el cielo?
¿Cuando en el cielo brillaba el sol, un sol de oro?
¿Cuando el azul era nuestro color, ¡el azul!,
y no este negro del humo del petróleo saqueado?
SOMBRA 2
¿Te acuerdas cuando las palabras sólo tenían una
cara?
Decías paz y era la paz.
De pie. Todo el mundo de pie:
¡Un respeto a la palabra paz!
¡Un respeto al hombre que pronuncia la palabra paz!
¡Un respeto al país del hombre que pronuncia la palabra
paz!
¡Un respeto al planeta que mima ese país
del hombre que ha pronunciado la palabra paz!
SOMBRA 1
¡Qué hermosa palabra! La paz...
¡Y tan minúscula, y tan certera, y tan diana!
SOMBRA 2
¡Qué hermosa palabra! La paz...
La más hermosa de todas las palabras.
¡Y no seremos capaces de encontrar ni una barra,
ni una simple estrella, aunque sea fugaz!
[Se pone a buscarla de manera compulsiva,
removiendo las hojas de periódico que tiene a su alrededor,
desparramando la montaña de papel que ha ido juntado durante
este tiempo]
SOMBRA 1 [tocándole, sacudiéndole
cuando parece no hacer caso]
Déjalo.
Déjalo. Ya es tarde. Es demasiado tarde.
¡Ya no encontraremos la palabra paz!
Ayer quizás todavía podía ser; ayer había
esperanza.
Ayer quizás... pero hoy no.
Las ratas de las noticias en tiempo real
han devorado sus letras con la voracidad de la audiencia,
sin dejar ni rastro de sus huecos, de su historia.
SOMBRA 2
¿Qué historia nos queda?
SOMBRA 1
La que queramos en este estercolero de promesas.
[Se vuelve, y al azar, coge un papel del
suelo]
Mira, aquí tienes la palabra guerra:
"El gobierno está trabajando por restablecer la paz y la
seguridad"
SOMBRA 2
Pero.... ¿no ha dicho paz?
SOMBRA 1
No te dejes llevar por la ceremonia de la confusión.
Abre tu corazón y escucha,
escucha el verdadero significado de las nuevas palabras,
de este nuevo orden que ha dado la vuelta al diccionario.
Déjate llevar por la sombra de su significado,
el verdadero, el oculto.
[Coge una nueva hoja al azar, sin mirar,
y lee]
"El gobierno, señorías, desea la paz y está
trabajando activamente para asegurarla. La paz y la seguridad son dos
caras de una misma moneda".
¿Has oído bien?
¿Has leído las huellas que van dejando las nuevas palabras?
SOMBRA 2
Pero, ¿dónde está la paz? ¿Dónde?
[Revuelve las hojas de periódico,
cada vez con más desesperación. ¿Dónde,
dónde? Va repitiendo como un rosario]
¡No tenemos salvación! ¡Estamos condenados!
SOMBRA 1
¿No tenemos salvación? ¿Estamos ya condenados?
[Comienza también a revolver frenéticamente
las hojas de periódico]
¡No podemos estar ya condenados?
¡Todavía debe quedar alguna paz verdadera
entre esta basura de noticias, partes y manifiestos!
Todavía alguna, lejos de las barras y de las estrellas...
[Mientras la Sombra 1 sigue revolviendo
frenéticamente las hojas de periódico, buscando alguna
paz, una sola, aunque sea minúscula, raquítica, la Sombra
2 se ha ido refugiando en un rincón, y se ha ido cubriendo
con una manta de hojas de periódico. Saca un libro del pecho...
un libro escondido entre papeles; un libro-paloma, blanco, reluciente,
luminoso. Y comienza a leerlo, en voz baja]
La paz es la palabra que atesora el viajero
para el cruce en el camino con el viajero.
La paz es paloma entre dos extraños,
zureo compartido al borde del abismo.
La paz es la añoranza de dos enemigos,
que anhelan bostezar en el andén del hastío.
La paz es el gemido de dos amantes
lavándose a la luz de la luna.
[Poco a poco, la Sombra 1 va dejando de
moverse y se queda quieto, se queda estatua, se queda atrapado por
la palabra paz]
La paz es la disculpa del fuerte ante el débil
de armas -pero de largo alcance.
La paz es partir las espadas ante la belleza
natural, aceptar que el rocío mella el hierro.
La paz es un día plácido, agradable,
de pasos suaves, sin riñas.
La paz es un tren de pasajeros que van o vienen
de excursión por las afueras de la eternidad
SOMBRA 1
¿Qué estás leyendo?
SOMBRA 2
Un poema de guerra... ¿no lo oyes?
Escucha, escucha cómo las palabras se convierten en bombas...
La paz es reconocer, públicamente, la verdad:
¿qué habéis hecho con el fantasma del asesinado?
La paz es dedicarse a cultivar el jardín:
¿qué vamos a sembrar de aquí a nada?
La paz es ahuyentar las pupilas
del zorro que seducen a la mujer asustada.
La paz es el ahhh de un agudo sostenido de moaxaja
en el corazón de la guitarra exhausta
Escucha la detonación de esta palabra,
escucha cómo explota las conciencias,
cómo se convierte en un sol en medio
de este aire envenenado de petróleo,
del petróleo de la avaricia y del consumo.
La paz es la elegía a un joven con el corazón destrozado
por el lunar
de una mujer, no por una bala o por una bomba.
La paz es cantar a la vida aquí, en la vida,
pulsando la cuerda de una espiga.
SOMBRA 1 [se mueve nervioso; acabado el hechizo
de la palabra paz, le invade el miedo. Un miedo animal, un miedo de
médula, un miedo de noche cerrada y de árboles agitados
por los daños colaterales]
¡Calla! ¡Calla! ¡Pueden oírte!
¡Calla! ¡Están en todas partes! ¡Escondidos
detrás de cada palabra!
Sigue buscando, que por aquí tiene que haber
millones de barras y de estrellas,
millones de luces verdes que marcan el semáforo
de la victoria en el cielo negro de la noche eterna,
esta noche de olor a petróleo,
esta noche del precio del barril del petróleo
derramado sobre el parqué de la Bolsa,
sobre el parqué de los Consejos de Ministros,
sobre el parqué de los directivos de las noticias,
sobre el parqué del salón de bodas,
sobre el parqué del niño recién nacido
que llora porque no le gusta el olor a petróleo podrido.
[Comienza a buscar y a alejarse de la Sombra
2, que guarda de nuevo el libro en su pecho, ahora sin papeles, no
sin antes besarlo, besarlo como a un libro sagrado]
SOMBRA 2
Estamos condenados. ¿Por qué no quieres darte cuenta?
Estamos condenados porque estamos muertos.
SOMBRA 1
¿Muertos?
SOMBRA 2
Muertos.
Muertos, más muertos que las ratas,
más muertos que este papel que se convierte en césped
si cerramos por un segundo los ojos
[Se agacha y coge un buen montón
de hojas de periódico, y en un esfuerzo titánico lo
arroja al cielo]
En lluvia si abrimos la boca,
en cielo azul si dejamos correr la sangre
por nuestros labios,
si recibimos la caricia palpitante de un beso.
[Se acerca a la Sombra 1, y le coge de los
hombros, y le zarandea, como se hace con alguien que es un espantapájaros]
¿Estamos condenados, no te das cuenta?
¡Condenados! ¡Muertos!
SOMBRA 1 [Contesta casi sin saberlo, repitiendo,
como un eco, sin convicción, lo que acaba de escuchar. Repitiendo
como sin alma; palabras sólo cuerpo, un cuerpo vacío]
Condenados... muertos.
SOMBRA 2
Sí, muertos... sin palabras no somos más que eso:
cuerpos muertos, suspiros muertos, sueños muertos,
narices muertas, espejos muertos, sonrisas muertas,
besos muertos que se enlazan a lenguas muertas, sobre labios muertos,
manos muertas, gestos muertos, abrazos muertos...
Sin las palabras, no somos nada... nada... nada.
SOMBRA 1 [sigue buscando, arrodillado; sigue
buscando, con una ilusión muerta]
Tiene que haber al menos una barra,
al menos una estrella, una milésima de estrella.
[De manera burlona, casi sin darse cuenta]
En el estiércol de los cementerios
encontraréis millones de ellas...
Yo sólo quiero una, una tan sólo, sólo una...
SOMBRA 2
¡Déjalo ya! ¡Abandona! Deja que la basura
termine por inundarlo todo, todo,
que termine por confundir el cielo de petróleo
con el petróleo que se quema en las trincheras.
[Y mientras habla se va tumbando, y se va
cubriendo con una manta de hojas de periódico, se va cubriendo
con una tumba de hojas de periódico]
No somos nada; sin palabras no somos nada.
Deja de buscar paz en esta basura,
Y menos que nada... deja de buscar barras y estrellas.
SOMBRA 1 [Se va construyendo, de nuevo, un
traje de hojas de periódico, transformándose, poco a poco,
en la figura de un pelele, de una marioneta que no quiere aceptar la
evidencia de las palabras. Y se mueve como una marioneta de papel cuando
sigue repitiendo]
¿Cuántas barras necesito para formar la palabra paz?
¿Me escuchas? ¿Cuántas estrellas?