EL CAZ
El río Viejo nace en la falda
norte de la sierra de Guadarrama, a la altura de Collado Hermoso,
pueblo hacia el que discurre atravesando por un lateral la finca conocida
como El Coto del Fraile. En ella se encuentran las ruinas del monasterio
de la Virgen de la Sierra, cuya imagen románica está
expuesta en la bella iglesia de Sotosalbos.
Este monasterio de la Virgen de la Sierra estuvo regentado durante
la baja Edad Media por los frailes del Císter de la Observancia,
orden fundada por San Roberto en Francia, y en el siglo XV pasó
a formar parte de la orden de San Bernardo, cuyo abad residía
en el Monasterio de San Bernardo en Sacramenia. Es por esa época
que nos da cuenta de él y de las serranas del entorno el Arcipreste
de Hita en su Libro del Buen Amor. En la actualidad, es un cúmulo
de ruinas dignas de ser visitadas.
El monasterio contaba para su manutención con el término
de Cuevas de Pirón, que le pagaba en renta cien fanegas de
grano, mitad centeno y mitad trigo, treinta angarillas de paja, seis
pares de gallinas y cuatro cuarterones de cera, todo ello recogido
anualmente el día de San Bartolomé (el 24 de agosto).
(En el libro Viaje por la cuenca del río Pirón de Ignacio
Sanz y Juan Manuel Santamaría, en la página 30, hay
información que amplía estos datos).
Como canal de tierra propiamente independiente del río, podemos
considerar que el caz se separa del cauce del río Viejo en
las proximidades de Pelayos del Arroyo. Desde su nacimiento, el río
viejo distribuye sus aguas mediante un peculiar sistema, los llamados
dientes, que se distribuyen a lo largo de su cauce y reparten el agua
entre las siguientes localidades: Collado Hermoso, Sotosalbos, Pelayos,
Santo Domingo de Pirón, Tenzuela, Losana, La Cuesta, Carrascal
y Torreiglesias.
Una serie de documentos conocidos como Las Cartas del Caz fechado
en 1247, contienen las obligaciones y derechos a observar por los
citados pueblos y aldeas, siendo el árbitro y ejecutor último
el Fiel del Agua, que vigilaba y hacía cumplir las leyes asistido
en cada lugar por un Pastor de Aguas. En nuestra localidad, Torreiglesias,
un domingo de primeros de marzo se reunían antes de misa el
Fiel del Agua y el Pastor de Aguas en la cotera de Carrascal, en "Do
llaman el Robledón" (árbol desaparecido hace muchos
años), para hacer balance de las multas y hacenderas a llevar
a cabo. A finales del mes de marzo, los vecinos de Torreiglesias limpiaban
el caz dentro de su término, hasta el diente de Carrascal.
Al día siguiente, se unían con los vecinos de Carrascal
para todos juntos bajar limpiando y reparando la cacera común
desde el diente de La Cuesta. Este sistema de hacendera era idéntico
en todos los pueblos que se beneficiaban de cada brazo del caz, y
desapareció a principios de los años setenta del siglo
XX cuando se canalizó el agua para consumo corriente de la
población prácticamente en el nacimiento mismo del río.
En nuestro término, con el agua que aportaba el caz se regaban
los linares, muy abundantes, y de ahí que todavía sea
conocido un paraje de la zona como El Linarejo; todavía existen
las pozas, denominadas Las Pozas Viejas, en las que se remojaba el
lino, situadas muy próximas al paraje conocido como Canto Blanco
(el lugar más elevado de nuestro término); igualmente,
se regaba la Dehesa Boyal, donde pastaban en la primavera las yuntas
de labor. En el diccionario de Madoz de mediados del siglo XIX, se
describe nuestra localidad como atravesada por un arroyo que se secaba
en verano, cruzando el centro del pueblo por la plaza y regando los
prados y linares del entorno. Es de notar que menciona la existencia
de un molino harinero en el curso de este arroyo, que podríamos
ubicar en la caída de la Carratabla.
A pesar del escaso medio siglo transcurrido desde que el agua del
caz dejara de ser fundamental para la vida cotidiana de Torreiglesias,
buena parte de la cacera está seriamente deteriorada. Ya dentro
del término, el caz se bifurcaba en tres ramales: uno iba por
entre las dos Revillas y el Prado Valle a entrar por el Tragadero
a la Costanilla de la Dehesa; el segundo bajaba por el centro del
pueblo, por la actual Calle Nueva, cruzaba la plaza, e iba a la Dehesa
por la Travesía del Concejo hasta entrar por el actual Juego
de Pelota; el tercero, el caz propiamente dicho, rodeaba el pueblo
por el alto del Calvario, La Magdalena, el Prado Redondo y Carraotones
a entrar por el Pilanco a la Dehesa, donde todavía se pueden
ver las regaderas que distribuían el agua por todos sus rincones.
Desde la Dehesa, el agua discurría por el mismo lugar que el
actual desagüe, por los parajes llamados Los Vallejos y Las Pilillas,
hasta unirse de nuevo al río Viejo poco antes de su confluencia
con el Pirón en el Soto de Santiaguito.
Si bien el caz respondía a un modo de vida hoy totalmente superado,
es indudable que al mismo tiempo alimentaba los manantiales y capas
freáticas que son la base de la fertilidad de nuestro suelo.
Su desaparición pone en peligro esta riqueza, que no sería
difícil de sostener volviendo a reconducir por la antigua cacera
el agua que discurre, igual que antaño, por el río Viejo
durante ocho meses al año. Esta recuperación no sería
difícil ni costosa con la ayuda de la moderna maquinaria; su
pérdida definitiva, nos hace prever un radical cambio en el
paisaje de prados y fresnedas que distinguían esta parte de
la región.
PD: Parte de la información referida la Monasterio y documentación
sobre el Caz, ha sido facilitada por Celestino Grande Ruiz.
Agosto 2003, Victorino Gómez Calles